Como padres muchas veces nos sentimos frustrados, enojados, y con culpa porque nuestros hijos no responden a nuestros pedidos, llegando así a los gritos y castigos como único medio en los que nos escuchan y obedecen.
Este tipo de relación, hace que el vínculo familiar se vea afectado de manera negativa, generando así relaciones agresivas, hostiles y de falta de confianza. Los niños que crecen bajo un esquema de premios y castigos no aprenden de sus errores, no saben corregir sus fallas y su autoestima es baja.
Se acostumbran a actuar sólo por miedo al castigo o por recibir un premio. Difícilmente encuentran motivación para realizar tareas y su único objetivo es quedar bien con sus padres.
En cambio, cuando aplicamos el método de consecuencias naturales y lógicas, los niños aprenden a tomar decisiones, pensar antes de actuar, analizar las consecuencias de sus actos y no repetir errores. Los límites sanos nos ayudan a ser firmes como padres, pero sin romper la barrera del respeto ni del cariño. Los gritos y discusiones disminuyen considerablemente, logrando así un ambiente familiar más armónico y de confianza.